26 abril, 2007

EL CENTRO GETTY. RICHARD MEIER.


THE GETTY CENTER. RICHARD MEIER.
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En anterior oportunidad comenté el interesante proyecto de I. M. Pei en el Museo Miho y su gentil integración con el paisaje en las colinas de Japón. Como contraparte quisiera mostrar ahora otro museo famoso, el Getty Center, que se yergue altivo sobre las colinas de Santa Mónica en las inmediaciones de Los Ángeles, California.

Emplazamiento del museo en las colinas de Santa Mónica.
Imágenes Google Earth


El centro Getty es notable no sólo por su interés de presentarse como una moderna Acrópolis norteamericana, por la elegante calidad de su arquitectura, por la riqueza de las colecciones que alberga ni por el exorbitante costo de su fábrica (mil millones de dólares), sino por haber sido un interesante concierto de deseos y voluntades, que vieron su culminación tras 14 años de conversaciones y discusiones entre los proyectistas, el cliente y la población (1983-97).

Panorámica del conjunto desde el Noroeste
Foto Cortesía de Richard Meier & Partners Architects

La fundación en memoria del magnate petrolero J. Paul Getty, encomendó al arquitecto norteamericano Richard Meier, ganador del prestigioso premio Pritzker, la construcción de un complejo cultural sobre un terreno de 110 acres dominando el Océano Pacífico y el valle de Los Ángeles.

Panorámica del conjunto desde el Noreste
Foto Cortesía de Richard Meier & Partners Architects

EMPLAZAMIENTO

Meier, conocido por su refinado manejo del espacio y la luz, así como por su rigurosa disciplina a la modulación geométrica, organizó el conjunto basándose en dos direcciones principales: el ángulo recto, correspondiente a la cuadrícula de Los Ángeles y un giro de 22.5 grados correspondiente a la autopista de San Diego. Con singular destreza, Meier colisiona ambas geometrías y siguiendo una modulación de 30 por 30 pulgadas moldea, ensambla, macla edificios, tallándolos en su interior al compás de sensuales tamices de luz y liberando al exterior secuencias de espacios y plazas, enmarcando las vistas de su extraordinario entorno paisajista.

Es notable la integración entre interior y exterior logrado por el arquitecto, quien enarbolando raíces modernistas organiza estos edificios a través de plazas, puentes, rampas, escalinatas o relaciones visuales.

Planimetría general
1. Auditorio. 2. Instituto de Información Getty. 3. Instituto de Conservación/Instituto de Educación para las Artes. 4. Museo J. Paul Getty. 5. Plaza de llegada 6. Restaurante/Café. 7. Jardín Central. 8. Instituto de Investigación para la Historia del Arte y Humanidades.

Axonométrica. Imágenes cortesía de Richar Meier & Partners Architects

EL ACCESO

Tras arribar al complejo por la autopista de San Diego e ingresar al estacionamiento se asciende por un tranvía no contaminante, que deslizándose sin fricción por un colchón de aire se desplaza hasta la cima de la colina. Este viaje fue concebido para dar al visitante la sensación de una experiencia más allá de lo cotidiano. La estación superior, cuyo andén presenta una estética singular, prepara al visitante para ser recibido en una plaza de llegada.

Estación superior de tranvía


LA PLAZA DE LLEGADA

Planta baja de la Plaza de entrada, cortesía de Richard Meier & Partners Architects

Al llegar a la plaza de entrada la circulación se distribuye hacia la zona del museo o hacia la zona administrativa. En esta última, ubicada en el extremo Noreste del conjunto, se encuentra un Auditorio con capacidad para 450 personas y destaca por su techo curvo. El foyer, de paredes también curvas acristaladas, se adosa lateralmente al volumen y se comunica con una pequeña terraza mediante una puerta sobre la que se ha instalado una marquesina metálica monumental.

Marquesina mostrando el ingreso al auditorio

Al este del auditorio se encuentra el edificio del Instituto de Información y Administración, un bloque de 6 pisos ubicado al borde de una quebrada. El bloque ha sido descompuesto según el vocabulario modernista y corbuseriano típico de Meier, ofreciendo una escala humana y no un gran bloque de oficinas. Los cuatro primeros pisos son ocupados por la Fundación y los dos últimos para computación e información.

El auditorio junto al Instituto de Información desde la plaza de ingreso
Vista del Instituto de Información. Imagen cortesía de Richard Meier & Partners Architects

Frente a éste se ubica el Instituto de Conservación, Educación y Becas, cuya forma en L se halla colocada sobre un terraza semicircular con formidables vistas hacia Beverly Hills. En la esquina noreste del se ubica una biblioteca de forma cilíndrica, mientras que hacia el oeste el edificio define un pequeño espacio público con el auditorio y el Instituto de Información. Destacan la escaleras en forma de tubos cilíndricos.

Escaleras del Instituto de Conservación, Educación y Becas. Foto cortesía de Devilsh Wahoo

Hacia el oeste de la plaza de llegada se encuentra el vistoso Restaurante Panorámico, un volumen de tres niveles con capacidad para 650 personas, cuya fachada de vidrios y celosías ondulantes abren sus vistas a la terraza que ofrece espléndidas vistas hacia el océano para sus comensales.


Desde la plaza de ingreso se desparraman también las escalinatas de acceso al museo, en una alusión al Partenón griego.

Plaza de ingreso y escalinatas. Panorama por silber219

Las escalinatas, acompañadas por el fino sonido de una pátina de agua que discurre formando pequeñas cascadas y por el otro por maceteros dispuestos también como cascada, conduce al imponenete volumen del museo, cuyas celosías curvilíneas evocan otras obras de la factura de Meier, como el Atheneum, en New harmony, Indiana. En la entrada al museo se ubica una enorme marquesina, similar a la del auditorio pero más grande, suspendida por dos cables tensores.

Detalle de la escalinata de ingreso: a la izquierda. el juego de agua en cascada, a la derecha al medio pueden verse algunos de los macetones acomodados en cascada. Al fondo a la derecha, la celosía curva, al fondo al fedio, se puede apreciar la marquesina de ingreso. Foto C. Zeballos.


Tras atravesar la marquesina, un espacio cilíndrico de triple altura nos recibe. El efecto espacial es impresionante, mientras una rampa helicoidal rodea la pared del cilindro. Desde allí se puede acceder a una pequeña librería con productos del museo.

Detalle de la farola central, cortesía de Blu iguana

Vista nocturna del lobby de acceso cortesía de Drew to you

Ueber Organ. Instalación temporal acústica en el lobby del Getty Center.
Foto cortesía de Rasputina


LA PLAZA CENTRAL





La Plaza Central es el espacio urbano más logrado en el conjunto del Getty, no sólo por su tratamiento paisajístico en sí, si no fundamentalmente por la el juego de los volúmenes que lo definen e interactúan con él y por el criterio acertado con el que esta plaza se abre ocasionalmente hacia el jardín y el valle, regalando al visitante majestuosas vistas del paisaje.

Muchas son las concesiones que Richard Meier tuvo que hacer durante la elaboración del proyecto. Su famosa arquitectura albina tuvo que ser cambiada a una grilla de color beige claro. Para dar un carácter más amigable a la arquitectura racional meieriana se utilizaron módulos de mármol travertino al bruto, extraídos de canteras italianas (y que también guardan el módulo de 30 * 30 pulgadas). Muchas de las obras al interior de museo son exhibidas en serenos interiores, para los que un detallado estudio de la luz natural fue realizado por el arquitecto. No agradó mucho a Meier que algunos de los ambientes fueran decorados reproduciendo un palacio versallesco, con tapices y mobiliario típico de la Francia de los Luises, en vez de seguir la correspondencia de la sobriedad racional del edificio. Sin embargo, los dueños de la fundación insistieron en dar al público una sensación más exacta de lo que significó el pasearse por esa opulencia rococó.

EL JARDÍN CENTRAL

Pero lo que más contrarió a Meier fue la realización de un jardín escultórico a cargo del artista Robert Irwin. El diseño paisajista sido meticulosamente cuidado para ofrecer al visitante diversas sensaciones mediante la inclusión de plantas estacionales, árboles metálicos estilizados y un cañón serperteante de vegetación que acompaña a un riachuelo que discurre produciendo diferentes tipos de sonidos conforme va descendiendo hacia una pileta central. Pero lo que disgustó al arquitecto es que este diseño no se compatibiliza en absoluto con la arquitectura racional y ordenada del complejo y aparece como un capricho individualista y descontextualizado, o para citar al propio Meier, “un desastre completo”.


La exquisita y racional elegancia de la arquitectura del centro Getty, sin embargo, ha sido criticada por su excesiva rigidez geométrica y su falta de “humanización” de los espacios. Comparativamente con la frenética experiencia que ofrece el Museo Guggenheim en Bilbao, el Getty adolece de fantasía y poder. Un emblema del modernismo corbuseriano, que ya no luce tan joven y fresco a inicios del siglo XXI.


No obstante, es imposible negar la genialidad y el oficio de este maestro norteamericano, su capacidad de conciliación y su flexibilidad así como por su singular consideración al entorno y al paisaje.

Presionar aquí para ver un video del Centro Getty



The center Getty is a remarkable museum complex built by the J. Paul Getty Foundation perched in a hill overlooking the Pacific Ocean and Los Angeles valley. This modern Acropolis was designed by the Pritzker prize winner architect Richard Meier, well known for his refined use of space and light, as well as for his ability to organize his buildings using geometric modulations.
As for the Getty Center, he used two geometric grid modulations: the first one corresponding to Los Angeles urban grid and another one, rotated 22,5 degrees, corresponding to the San Diego freeway. By colliding both geometries and using a 30 by 30 inches module, Meier assembled the buildings, which perform a sequence of spaces and frame the views of their extraordinary landscape surroundings.



VER TAMBIEN/SEE ALSO:

- MUSEOS/ MUSEUMS.

- OTRAS OBRAS DE RICHARD MEIER/ OTHER WORKS BY RICHARD MEIER.



I.M.PEI: MUSEO MIHO Y LOS DURAZNOS EN FLOR.


I. M. PEI. MIHO MUSEUM, JAPAN.
ENGLISH VERSION


Había una vez un pescador en Buryo, China Oriental, quien, remando por un riachuelo en la montaña, encontró un maravilloso huerto de duraznos en flor. Impresionado por la belleza de la escena primaveral, siguió remando hasta el final del bosquecillo, donde le llamo la atención un rayo de luz saliendo de una pequeña cueva, al pie de una montaña. Saltó de su bote y se adentró a la caverna que lo condujo, a través de un estrecho camino, a un espléndido poblado con magníficos campos y gente hospitalaria, que lo acogió por varios días.

Así comienza el popular cuento de “El manantial de los duraznos en flor”, proveniente de China, en la dinastía Jin. Y acuñando esta historia, el arquitecto Chino-Norteamericano I.M. Pei diseña su museo Miho, en Japón, a una hora de Kyoto. Pei, ganador del premio Pritzker en 1983, y reconocido internacionalmente por el ingreso al Grand Louvre y por el singular Banco de China en Hong Kong, resuelve el museo Miho (1997) con humildad pero impresionante maestría constituyendo una joya de la arquitectura paisajista contemporánea.


Semejantemente al cuento, el visitante arriba a una plazoleta rodeada de árboles de durazno precedida de un edificio de planta triangular: el Pabellón de Recepción, que contiene también un restaurante y biblioteca. Desde allí, sigue un sendero de suave pavimento, que se contornea, atraviesa la montaña, se convierte en túnel y luego en puente, descubre sorpresivamente el museo, y arriba a una plazoleta circular frente al mismo. El puente en si es una obra de arte. Una estructura de acero inoxidable embotado de 220 m. de longitud cuyos tensores parecieran salir de la montaña cual rayos de luz.

Puente de acceso al Museo

El museo se ubica en la cima de una montaña boscosa en la prefectura de Shiga, en un área naturalmente protegida. Otro museo similar, el Getty Center en California, diseñado por Richard Meier se instala en la cima de una colina en Santa Mónica, irguiéndose como una atalaya y dominando la ciudad a sus pies. La actitud de Pei es más humilde, sumergiendo su museo en tierra, o mas específicamente hablando, removiendo la tierra, construyendo el museo y volviéndolo a cubrir. De esta manera, rinde homenaje a la naturaleza, que para los japoneses tiene un carácter animista y religioso.


El edificio, casi embebido en el bosque, constituye una diferencia notable a la actitud europea con respecto a la relación naturaleza-arquitectura

Perspectiva y planta del museo
Cortesía Miho Museum


Otro de los principios seguidos por Pei es el respeto a la tradición chino-japonesa, a pesar de la modernidad de su lenguaje. Al ingresar al museo se asciende a través de escalinatas, en actitud procesional, como si se tratara de un templo budista (Ver Hasedera y el valle recluido).


Luego, se es recibido por una puerta corrediza de vidrio y metal, que al cerrarse forma un círculo perfecto: la puerta china de la luna.


Al ingresar, la geométrica estructura evoca claramente a la cobertura de madera y par y nudillo de la minka, o casa rural japonesa.


En el hall principal, el arquitecto se sirve de un viejo principio asiático que los japoneses llaman shakkei, o “paisaje prestado”, incorporando al edificio la vista de un árbol de pino y lejanas montañas que le sirven de marco escénico y cuya contemplación sugiere paz y espiritualidad.

Utilizando la técnica del "paisaje prestado" el museo se conecta visualmente a la sede del Sinji Shumeikai y su escultural campanario (también diseñados por Pei), una secta religiosa que es también propietaria del museo.

El recorrido interior es salpicado de zen y el juego de la luz y la disposición de los ambientes, sutilmente sugieren una sensual intimidad que evoca la delicada gracia de la casa japonesa.


El acabado de los materiales es exquisito. Las linternas de piedra de la escalinata de ingreso contienen alabastro español. El suave color beige de la piedra caliza francesa evoca tibieza y contrasta armoniosamente con la tetraédrica estructura metálica de tubos de acero-carbono.
Asimismo, la incidencia solar es controlada por celosías de aluminio pintadas en sepia, que imitan madera.


Incluso en el concreto se uso aditivos para asemejar los tonos sepia del conjunto. Para enfatizar aun mas la sensación de calidez y valiéndose de la doble altura del espacio, Pei no dudó en introducir un árbol al interior, y un juego de balcones hacia el poniente.


Así como el museo destaca en si por su calidad arquitectónica, también es notable la colección que alberga. Propiedad de la multimillonaria familia Koyama, fundadores de la secta religiosa Sinji Shumeikai (una organización que promueve la alabanza a Dios mediante la contemplación de la belleza y las obras de arte), el museo contiene cerca de 250 piezas de indudable calidad entre las que se encuentran muestras de arte persa, egipcio, romano, hindú y chino.

Imponente figura de Arsinoe II, aprox. de 250 AC, en granodiorita negra.

Una rara y antigua representación de Buda con caracteres helénicos, siglo II d.C. proveniente de Pakistán.

Para el mundo del arte y la arquitectura, el museo Miho provee una sobrecogedora instancia de circunspección, un edificio erigido con carácter, pero sin la intención de imponer estilo alguno. Se adapta física y visualmente al sitio, y sus elementos se yerguen o sumergen con el contorno de la montaña. Se anida en la tierra, consistente con la antigua tradición japonesa de que la naturaleza no se puede separar del ser humano. Ambos son parte de un todo.

Presionar aquí para ver un video del Miho Museum





VER TAMBIÉN

- MUSEOS

Gracias Rhoda por la compañía al museo

HASEDERA Y EL VALLE RECLUIDO

HASEDERA TEMPLE AND THE SECLUDED VALLEY
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Tadahiko Higuchi, en su libro La estructura espacial y visual de los paisajes analiza la forma como los antiguos japoneses se sirvieron de la naturaleza para organizar sus templos, viviendas y ciudades. Clasifica el paisaje Japonés en 7 tipos, uno de los cuales es el del Valle recluido

El Valle recluido abriga, por lo general, un apartado distrito, conformado por montañas que flanquean un río a ambos lados. En el punto mas profundo del valle se encuentra el lugar donde los espíritus de los muertos ascienden a un mundo superior. Por tanto es la locución ideal para un templo budista o un santuario Shinto. Es a su vez un punto estratégico de dominio territorial de todo el valle.

Un ejemplo conspicuo de esta topología es Hasedera, un templo budista en la prefectura de Nara. Acercándose desde el valle, acompañando el sonido del río, el camino gira abruptamente y abrazado entre montañas, se nos presenta a Hasedera, con sus cascadas de árboles sepia, oro y candela.

El origen de este templo data del año 683, y a lo largo de su historia se ha convertido en uno de los más importantes monasterios del Japón dedicado al Kannon, el Buda de la misericordia. De hecho, la disposición de las montañas simboliza el abrazo de Kanon. En la actualidad, acoge a una veintena de monjes y, encabezando otros 3000 templos afiliados representa la fe de más de 2 millones de creyentes del budismo Shingon.

Impresionante imagen de 8 metros de Kannon, el Buda de la misericordia y patrón de Hase dera
Foto cortesía de C. Emmott

En la puerta principal al conjunto, llamada Nio Mon, dos deidades guardianes protegen a Hasedera de males externos. Cada uno hace una analogía del nacimiento y la muerte y son una advertencia de las dificultades que se deberán sobrellevar antes de encontrar a Kannon.

Gran Pórtico Nio Mon

Tras a atravesar el gran pórtico, dos largas escalinatas cubiertas, llamadas Nobori-ro dispuestas a manera de brazos, conducen a la plataforma superior donde se halla el santuario de Buda. Son 399 escalinatas, ya que el número 4 se considera de mala suerte. Como detalle curioso, el contrapaso de las escaleras es apenas de 5 cm. (en contraste con los 17 cm. de un contrapaso normal) Esto obliga a una ascensión mas lenta, para que el creyente vaya meditando a medida que se va acercando al templo.


Vista de las escalinatas o Nobori-ro
Foto Carlos Zeballos

En la parte superior, se ubica el Zao do, de coloridas banderolas, donde se aloja la imagen del Buda, donde los monjes realizan ejercicios de contemplación hacia las montañas.


Frente a el se dispone una amplia plataforma que domina la visual de todo el valle. Por ese motivo, fueron plantados árboles de cerezo (sakura) para ser contemplados en primavera, y arces (momiji) cuyas hojas rojizas destacan como una cascada de fuego en otoño.


En este sobrecogedor paisaje, enclavado en la montaña como altivo guardián, destaca el Goju no to, o pagoda de cinco pisos, que fuera construida en 1954.


Siempre me he preguntado la razón del colorido bermellón de los templos japoneses. Tras presenciar los encendidos colores con los que el otoño viste el paisaje, conjeturo si esta será la razón de su vívida cromía.

Interior del templo
Foto cortesía de Hiromi


Son casi 40 los edificios que conforman el conjunto religioso de Hasedera. Pero es sobre todo un ejemplo de como el urbanista japonés de antaño concibió a su vida y sus creencias como una realidad íntimamente ligada a la naturaleza, al paisaje.



Tal como apuntara el literato Yosuda Yojuuroo, Hasedera es el más hermoso monasterio cuyos edificios están en armonía con la naturaleza. Su misteriosa atmósfera, que resulta de encontrarse enclavado en un profundo valle, lo hace más impresionante y al mismo tiempo brillante




En Hasedera, en 2003, unto a Demu san y Ai san, quiees fueron una agradable e educativa compañía, por su conocimiento del planeamiento y arquitectura tradicional japonesa. Algunos meses después ellos se casaron. Hoy Demu san es profesor en la Universidad de Kyoto y tienen un lindo bebé.

Tadahiko Higuchi, in its book The Spatial and Visual Structure of the Landscape analyzes the way the ancient Japanese used to organize their temples, houses and cities along with nature. It classifies the Japanese in 7 landscape types, one of which is the one of the Secluded Valley.

It is generally a separated district, conformed by mountains that flank a river in both sides. In the deep point of the valley is the place where the spirits of dead ascend to a superior world. Therefore it is the ideal place for a Buddhist temple or a Shinto sanctuary. It is also a strategically important point for the territorial control of the valley.
An example of this type is Hasedera, a Buddhist temple in Nara Prefecture. Approaching from the valley in autumn, accompanied by the sound of the river, the road turns steeply and shows Hasedera, embraced between mountains, embedded in cascades of brown, gold and fire coulored trees.

The origin of this temple dates from year 683, and throughout his history it has become one of the most important monasteries of the Japan dedicated to the Kannon, the Buddha of the mercy. In fact, the disposition of mountains symbolizes the ambrace of Kanon.

They are the almost 40 buildings that form the religious compound of Hasedera. this is an interesting example of how the ancient Japanese city planner conceived its life and its beliefs intimately related to nature and to the landscape.