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Japón es un país montañoso y que presenta continua actividad volcánica, por tanto es frecuente encontrar aguas termales que son llamadas onsen (温泉). Pero más allá de un fenómeno puramente geológico, en Japón los onsen son parte de una tradición cultural milenaria, una relación íntima entre el ser humano y la naturaleza, y en donde la arquitectura se ha prestado graciosamente para favorecer esa relación.
Según refiere Suehiro Tanemura, los primeros usuarios de los baños termales fueron los dioses. De acuerdo a la Guía de los siete baños termales, "antes de que los ancestros celestiales descendieran, los dioses Oonamuchi y Sukuna-hikona reinaron la Tierra Central y las Planicies de Junco. Conmiserándose por la corta vida de los humanos, establecieron métodos para aliviar sus males; la medicina, las abstinencias y los baños termales".


Es así que los onsen fueron usados primeramente como una forma de medicina arcaica. Era común encontrar baños termales para aliviar, por ejemplo, a los soldados heridos y esta práctica se extendió incluso hasta durante la segunda guerra mundial. Su privilegiada ubicación en el corazón de las montañas permitía, además de experimentar las propiedades curativas de las aguas minerales, establecer un íntimo contacto con la naturaleza.

Hoy en día los onsen son uno de los mayores atractivos turísticos en Japón, ya que funcionan como válvulas de escape para el creciente estrés moderno y a la vez son formidables niveladores sociales: son espacios en que, despojados de toda vestimenta, comparten por igual gerentes y empleados, ricos y pobres, niños y ancianos, hombres y mujeres... ¡¿hombres y mujeres?! Bueno, hasta hace algunos años sí, pero ahora casi todos los onsen tienen baños diferenciados por género.

El monte Kurama, ubicado a 12 km al norte de Kioto, es un escenario privilegiado para un onsen, engastado entre sus estribaciones espesamente boscosas cubiertas de cipreses.
EL TEMPLO DE KURAMA
El monte Kurama ha tenido importancia para los habitantes de Kioto desde su fundación a fines del siglo VIII hasta nuestros días.

El santuario de Kurama data de 770 y fue erigido por el monje Gantei como guardián del norte de la recién fundada ciudad de Heian Kyoo (hoy Kioto).
Niomon (Puerta de los Guardianes) a la entrada del templo.


Aunque este templo pertenecía originalmente a la secta Tendai, el templo de Kurama es hoy la sede de la secta budista Kurama Kyoo.



Cada 22 de octubre se desarrolla también en el monte Kurama uno de los eventos más populares en Kioto, el festival del fuego o Hi Matsuri, que es una celebración para recibir a la deidad de Kurama. A las 6 de la tarde cientos de antorchas pueblan las inmediaciones del templo de Yuki jinja, y especialmente unas antorchas gigantes de más de 3 metros de altura, hechas de pino y de unos 80 kilos de peso. La procesión de gigantescas antorchas, cargadas por hombres semi desnudos, vestidos a la usanza de los viejos guerreros, atrae cada a decenas de miles de visitantes.


El monte Kurama es también la cuna del Reiki, una práctica de curación espiritual con la imposición de manos, creada a principios del siglo XX. Cuenta la historia que su fundador, el maestro Usui, se adentró en la montaña y tras 21 días de profunda meditación y ayuno tuvo una iluminación. Estaba tan emocionado con su experiencia que se apresuró en bajar de la montaña y en algún momento tropezó y cayó, hiriéndose a sí mismo. Instintivamente puso sus manos en la herida, la cual curó rápidamente. Es así que descubrió su habilidad de curar, y pasó los siguientes cuatro años perfeccionando su filosofía de auto-ayuda y curación.
ONSEN EN KURAMA
Pero, como decíamos, el monte Kurama es también famoso por sus onsen los cuales pueden ser disfrutados en primavera con los cerezos en flor, en verano, escapando del calor de Kioto, o en otoño, sumergido en un paisaje salpicado de sepias, rojos y amarillos. Pero esta vez decidimos visitarlo en invierno, en un día en que algunos copos de nieve cayeron sobre la ciudad, derritiéndose al contacto del suelo kiotoíta. En sólo 20 minutos a bordo del tren el paisaje cambia completamente y mientras vamos subiendo hacia Kurama los árboles se cubren de una espesa nieve.


Al llegar a la estación, nos recibe una gigantesca máscara de larga nariz que representa a Tengu, la mítica deidad que vive en lo alto del monte Kurama, y que es poseedor de poderes sobrenaturales, un engañoso sentido del humor y extraordinarias habilidades marciales, lo que lo han hecho protagonista de varios cuentos y leyendas. Como relata Lucy Moss, una de las más famosas leyendas antiguas narra cómo el Rey de Tengu, el anciano Sojobo, entrenó al héroe del siglo XII Minamoto Yoshitsune en el arte de la esgrima, artes marciales y estrategia militar.

Según refiere Suehiro Tanemura, los primeros usuarios de los baños termales fueron los dioses. De acuerdo a la Guía de los siete baños termales, "antes de que los ancestros celestiales descendieran, los dioses Oonamuchi y Sukuna-hikona reinaron la Tierra Central y las Planicies de Junco. Conmiserándose por la corta vida de los humanos, establecieron métodos para aliviar sus males; la medicina, las abstinencias y los baños termales".


Es así que los onsen fueron usados primeramente como una forma de medicina arcaica. Era común encontrar baños termales para aliviar, por ejemplo, a los soldados heridos y esta práctica se extendió incluso hasta durante la segunda guerra mundial. Su privilegiada ubicación en el corazón de las montañas permitía, además de experimentar las propiedades curativas de las aguas minerales, establecer un íntimo contacto con la naturaleza.

Hoy en día los onsen son uno de los mayores atractivos turísticos en Japón, ya que funcionan como válvulas de escape para el creciente estrés moderno y a la vez son formidables niveladores sociales: son espacios en que, despojados de toda vestimenta, comparten por igual gerentes y empleados, ricos y pobres, niños y ancianos, hombres y mujeres... ¡¿hombres y mujeres?! Bueno, hasta hace algunos años sí, pero ahora casi todos los onsen tienen baños diferenciados por género.

El monte Kurama, ubicado a 12 km al norte de Kioto, es un escenario privilegiado para un onsen, engastado entre sus estribaciones espesamente boscosas cubiertas de cipreses.
EL TEMPLO DE KURAMA
El monte Kurama ha tenido importancia para los habitantes de Kioto desde su fundación a fines del siglo VIII hasta nuestros días.

El santuario de Kurama data de 770 y fue erigido por el monje Gantei como guardián del norte de la recién fundada ciudad de Heian Kyoo (hoy Kioto).

En realidad, se trata de un conjunto de múltiples edificios religiosos, que se encuentran dispersos en la montaña. El camino que acompaña la ascensión del peregrino , frecuentemente acompañado de farolas o estelas de piedras grabadas con plegarias, va ofreciendo también espacios para el descanso desde los que se contemplan impresionantes vistas de la ciudad.


Aunque este templo pertenecía originalmente a la secta Tendai, el templo de Kurama es hoy la sede de la secta budista Kurama Kyoo.



Cada 22 de octubre se desarrolla también en el monte Kurama uno de los eventos más populares en Kioto, el festival del fuego o Hi Matsuri, que es una celebración para recibir a la deidad de Kurama. A las 6 de la tarde cientos de antorchas pueblan las inmediaciones del templo de Yuki jinja, y especialmente unas antorchas gigantes de más de 3 metros de altura, hechas de pino y de unos 80 kilos de peso. La procesión de gigantescas antorchas, cargadas por hombres semi desnudos, vestidos a la usanza de los viejos guerreros, atrae cada a decenas de miles de visitantes.


El monte Kurama es también la cuna del Reiki, una práctica de curación espiritual con la imposición de manos, creada a principios del siglo XX. Cuenta la historia que su fundador, el maestro Usui, se adentró en la montaña y tras 21 días de profunda meditación y ayuno tuvo una iluminación. Estaba tan emocionado con su experiencia que se apresuró en bajar de la montaña y en algún momento tropezó y cayó, hiriéndose a sí mismo. Instintivamente puso sus manos en la herida, la cual curó rápidamente. Es así que descubrió su habilidad de curar, y pasó los siguientes cuatro años perfeccionando su filosofía de auto-ayuda y curación.
ONSEN EN KURAMA
Pero, como decíamos, el monte Kurama es también famoso por sus onsen los cuales pueden ser disfrutados en primavera con los cerezos en flor, en verano, escapando del calor de Kioto, o en otoño, sumergido en un paisaje salpicado de sepias, rojos y amarillos. Pero esta vez decidimos visitarlo en invierno, en un día en que algunos copos de nieve cayeron sobre la ciudad, derritiéndose al contacto del suelo kiotoíta. En sólo 20 minutos a bordo del tren el paisaje cambia completamente y mientras vamos subiendo hacia Kurama los árboles se cubren de una espesa nieve.


Al llegar a la estación, nos recibe una gigantesca máscara de larga nariz que representa a Tengu, la mítica deidad que vive en lo alto del monte Kurama, y que es poseedor de poderes sobrenaturales, un engañoso sentido del humor y extraordinarias habilidades marciales, lo que lo han hecho protagonista de varios cuentos y leyendas. Como relata Lucy Moss, una de las más famosas leyendas antiguas narra cómo el Rey de Tengu, el anciano Sojobo, entrenó al héroe del siglo XII Minamoto Yoshitsune en el arte de la esgrima, artes marciales y estrategia militar.

A pocos minutos de la estación se encuentran los baños de Kurama. La aproximación al edificio se hace mediante un camino sinuoso de piedra, que acentúa su carácter natural.

Los baños de hombre y mujeres son diferenciados por una pequeña cortina, llamada noren. Usualmente, sutiles detalles como éstos son suficientes para determinar el carácter público o privado de los espacios.


Los baños de hombre y mujeres son diferenciados por una pequeña cortina, llamada noren. Usualmente, sutiles detalles como éstos son suficientes para determinar el carácter público o privado de los espacios.

Al interior y tras despojarse del calzado y luego del resto de la ropa (en ese orden) el bañista debe previamente lavarse con jabón en duchas especialmente preparadas para tal fin. Es contra la costumbre ingresar al onsen sin haberse aseado previamente.

Una vez realizados estos menesteres, es posible disfrutar del espectacular baño a cielo abierto (otemburo), deslizándose tranquilamente sobre el agua caliente. No es recomendable intentar un trampolín con doble salto mortal, pues la probable eventualidad de una fractura implicaría un grave problema de discriminación social: sangre en el agua implicaría una impureza inaceptable.
Además, la idea es participar de una experiencia bucólica, extasiados ante el glauco paisaje, adormecidos por el suave murmullo del agua, semi-levitando entre vapores y niebla, mientras la nieve juguetea en nuestras cabezas... una vivencia maravillosamente relajante, saludablemente tonificante...


Para ver un vídeo de nuestra visita, presiona aquí

Una vez realizados estos menesteres, es posible disfrutar del espectacular baño a cielo abierto (otemburo), deslizándose tranquilamente sobre el agua caliente. No es recomendable intentar un trampolín con doble salto mortal, pues la probable eventualidad de una fractura implicaría un grave problema de discriminación social: sangre en el agua implicaría una impureza inaceptable.
Además, la idea es participar de una experiencia bucólica, extasiados ante el glauco paisaje, adormecidos por el suave murmullo del agua, semi-levitando entre vapores y niebla, mientras la nieve juguetea en nuestras cabezas... una vivencia maravillosamente relajante, saludablemente tonificante...


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