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10 mayo, 2008

LA ÓPERA DE SÍDNEY

ENGLISH VERSION

La Ópera de Sídney (o Sydney Opera House) es el símbolo de Australia, así como la torre Eiffel lo es de Francia. Fue una de las candidatas al concurso la Nuevas 7 Maravillas y ha sido recientemente declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, siendo el único monumento cuyo arquitecto estaba vivo al momento de su designación. Su creador, el laureado danés Jørn Utzon, obtuvo en el 2003 el premio Pritzker de arquitectura. Pero sobre todo la Ópera de Sídney es una obra maestra de la arquitectura, ingeniería y acústica al servicio de la música y que ha logrado trascender como el símbolo icónico de una nación.

Atardecer sobre la Ópera. Foto C. Zeballos

UBICACIÓN.

La Ópera se emplaza de norte a sur en una península llamada Bennelong Point (Bennelong fue el primer nativo que aprendió inglés y en este punto se construyó su casa en 1790). Es un lugar privilegiado a la entrada de la bahía de Sídney y por esta razón en 1817 en este lugar se erigió un fuerte llamado Fort Macquarie.

Vista del antiguo Fuerte Macquarie, en la península Bennelong Point.

Con el tiempo, en esa zona se construyó una estación de tranvías que duraría hasta 1955, fecha en que se demolió para dar paso a la ópera. La península permite ser vista desde todos los ángulos, tanto desde el mar como desde los Jardines Botánicos Reales a su espalda, a la vez que goza de espectaculares vistas desde el puente Harbour.

Ubicación de la Ópera en la península Bennilong Point, que se emplaza de norte a sur. El este se halla el Puente Harbour y al sur Circular Quay.
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EL CONCURSO

El afamado director y compositor inglés Eugene Goossens llegó a Sídney en 1946 para dirigir la Orquesta Sinfónica de esa ciudad y fue quien inspirara la idea de construir un edificio especializado para la ejecución de ópera. Lamentablemente alejado de Australia en 1956 por un escándalo sexual, Goossens sembraría la iniciativa que se tradujo en un concurso internacional de arquitectura en diciembre de ese año. El notable arquitecto vanguardista norteamericano-finés Eero Saarinen, miembro del jurado (quien llegara tarde al evento) hizo revisar de nuevo algunos proyectos ya desechados por los otros jueces, y cuando vio los esquemas casi diagramáticos del joven arquitecto danés Utzon, exclamó "Señores, he aquí la ópera que están buscando".

Esquema original de Utzon, en el que todavía se consideraban formas elipsoidales.

LA PROPUESTA ARQUITECTÓNICA

Antes de ser arquitecto Utzon había sido marinero y la forma de los veleros sería una influencia importante en su diseño. Pero Utzon no fue ningún improvisado. Estudió con detalle la forma de la península de Bennelong Point y supo que el edificio sería el protagonista visual de la misma. Encontró mucha similitud con la ubicación del prominente castillo de Kronborg en su nativa Dinamarca y a fin de resaltar su propuesta se sirvió de un podio de escalinatas, inspirándose en las ruinas mexicanas de Monte Albán.

La propuesta se concibió basándose en una serie de cáscaras (en ese entonces) parabólicas que se unían en un eje común y que cubrían tres edificios, dispuestas sobre una plataforma o podio. La progresión de las cúpulas le da al conjunto un gran dramatismo y un carácter escultórico, pareciendo, a la distancia, flotar sobre el mar. Se tratan en realidad de edificios dentro de otros. Las formas curvas que se ven desde la bahía no corresponden al techo que ven los espectadores al interior de la ópera, y es que ambas techumbres tienen propósitos diferentes.

Maqueta en corte hecha por Utzon mostrando los dos tipos de techo, el exterior de concreto y el interior para fines acústicos.


La edificación está compuesta por tres cuerpos principales: el Salón de Conciertos, el Teatro de la Ópera y uno más pequeño que es el Restaurante Bennelong. Éstos albergan un Teatro para Drama, una Sala de Música y un Estudio, los que conjuntamente soportan una capacidad de 7,000 espectadores. Entre sus 800 habitaciones, se encuentran 5 estudios de práctica, 60 vestuarios, 5 restaurantes, tiendas de souvenirs, etc.

Detalle de la unión de las cúpulas. Foto C. Zeballos
Detalle del restaurante. Foto C. Zeballos

Pero había un problema. Al momento de seleccionar la propuesta ganadora no se tenía idea de cómo ejecutar el proyecto. Por tanto, luego de unos meses Utzon presentó un avance con el apoyo de Ove Arup en el diseño estructural y Vilhem Jordan en el diseño acústico. Para avanzar con la ejecución de la obra se decidió llevarla a cabo en tres etapas: la base, las cubiertas y los interiores. Es decir se trabajaría el diseño de las coberturas, mientras se ejecutaba en obra la cimentación y el acondicionamiento del podio.

LA FASE I: LA BASE

El podio, con una superficie de 1.8 hectáreas se desenvuelve en dos plataformas, a 8 y 15 m sobre el nivel del mar. De hecho, es una experiencia muy interesante al caminar hacia la ópera desde Circular Quay, el encontrarse con esta serie de escalinatas que le da a la aproximación al edificio un carácter procesional, definitivamente monumental.

Vista del podio desde el sur, los Jardines Reales Botánicos. Foto C. Zeballos

Luego de demoler del Fuerte Macquire, se empezaron los trabajos de cimentación. Lamentablemente Bennelong Point no era tan estable como se pensaba, por lo que tuvieron que empotrarse más de 500 postes de concreto, a la vez que represar y bombear el agua, lo cual incrementó notablemente los costos.

LA FASE II: LAS CUBIERTAS

Durante dos años se estuvo experimentando con diversas alternativas para las cubiertas. La idea original de las superficies parabólicas era peligrosa, ya que si una colapsaba, las demás le seguirían. Utzon descartó también la idea de una estructura metálica disfrazada con paneles de cemento, pues le quitaba sinceridad al proyecto original. El trabajar con arcos de concreto daría resistencia, pero tendría un costo enorme dado que la geometría de la parábola o el elipsoide era irregular y se hubieran tenido que hacer direferentes secciones para cada tramo del techo.

Evolución de las alternativas de diseño estructural de la cubierta

Finalmente Utzon ideó una solución genial: se utilizarían secciones esféricas en vez de elipsoidales, lo que facilitaba enormemente la prefabricación de las mismas. Las cubiertas se harían utilizando "costillas" de una esfera de radio 75 m. Estas costillas formaban caparazones independientes y no colapsarían sucesivamente si uno de ellos fallaba.

Secuencia que muestra la solución genial de Utzon basada en una forma esférica.
Foto C. Zeballos


Corte en 3D del proceso constructivo

Las costillas se unirían con resina epóxica y conformarían arcos que se sucedían radialmente en forma de abanico partiendo de un pedestal en la base. Una vez ensambladas, se post-tensarían cables de acero desde la base hasta la cúspide. Sin embargo, esto significó una costosa remodelación del podio, que estaba pensado para soportar una delgada cáscara de concreto y no una serie de arcos mucho más masivos.

Detalle de las "costillas" de concreto. Foto C. Zeballos

La cubierta está compuesta por 10 caparazones que se sostienen apoyándose entre sí en tres grupos. Así, el grupo A está compuesto por cuatro caparazones apoyados unos contra otros. Los primeros en construirse fueron el 2 y 3, y posteriormente el 1 y el 4 se apoyaron sobre ellos. De esta forma el grupo A es estructuralmente independiente de los otros grupos de la cubierta y se apoya en 6 puntos.

Construcción de las cúpulas del grupo A. El caparazón 1 y 4 se apoyan sobre el 2 y 3 respectivamente. El conjunto aterriza en tres apoyos a cada lado

Posteriormente se construyó el grupo B iniciando el caparazón 6, sobre el cual se apoyan el 5 y el 7. Nótese que si bien el 5 se introduce formalmente bajo el caparazón 4, ambos corresponden a grupos estructurales independientes. Tanto el grupo B como el C se apoyan sobre 4 puntos respectivamente.
La cubierta se divide en tres grupos de cúpulas. Foto C. Zeballos

Posteriormente la cubierta se recubrió con dos tipos de mosaico, uno blanco algo brillante y otro crema mate, de manera a manera que el edificio brille con el sol pero no se constituya en un elemento cegador. Un millón de piezas de cerámica serían fabricadas en Suecia y pre ensambladas en módulos antes de ser colocadas en la cubierta. Esto tiene un efecto interesante al otorgar una textura al acercarse al edificio mientras que semeja una superficie lisa al observarlo de lejos.

Tres detalles de los mosaicos, previamente acomodados y montados sobre la cubierta.
Fotos C. Zeballos

Mención aparte merecen las fachadas de vidrio. Como puede notarse en la propuesta original, Utzon había pensado inicialmente en generar unas grandes mamparas verticales, dejando todo el protagonismo a las cubiertas. Sin embargo, posteriormente decidió aumentar el dramatismo del edificio al proponer una fachada compuesta por estructuras metálicas formando dos secciones cónicas y que contrapone el sentido de la inclinación de las cúpulas.

Detalle de la fachada, aumenta el dramatismo de las cúpulas. Foto C. Zeballos

A la vez que exteriormente coadyuvan a la estructuración formal del edificio, interiormente promueven una sensación de fluida comunicación visual entre el interior y el exterior.

Dos vistas desde el foyer, mostrando la gran relación visual del interior con el entorno exterior.
Fotos C. Zeballos


FASE 3: EL INTERIOR

Cuando se terminaron las cúpulas, el proyecto había excedido con creces el tiempo y dinero originalmente presupuestado para la obra. En 1965, David Huges asumió el ministerio de obras públicas y desde su entrada empezó a cuestionar la labor de Utzon, demandándole la entrega completa de planos. Dado el carácter innovativo del proyecto, Utzon siempre había trabajado de una forma más abierta y flexible que facilitara la experimentación. Pero gracias a Huges ahora Utzon debería pasar cada plano por la censura una autoridad burocrática política. Viendo su participación restringida a la de "diseñador", subordinado al poder de los arquitectos ejecutivos, sin ninguna autoridad de decisión y ante la falta de pago, Utzon renunció a su participación en la construcción de la obra. A pesar de que miles se lanzaron a las calles pidiendo la reposición de Utzon, Huges se apresuró a nombrar sustitutos locales. Jørn Utzon no ha regresado desde entonces a Australia para ver su obra maestra.

Peter Hall llevó a cabo el desarrollo de los interiores de la obra, cambiando algunos de los conceptos de Utzon, especialmente en el salón de la ópera, aumentando galerías y modificando la forma del cielo raso del salón de conciertos.

Interior de la sala de conciertos

El edificio fue inaugurado por la reina Isabel II en octubre de 1973, 16 años luego de haberse iniciado y con un costo final de 102 millones de dólares. En los discursos oficiales no se mencionó el nombre de Jørn Utzon.

Sin embargo en 1999 se encomendó a Utzon, de 81 años una serie de Principios de diseño para el futuro de la ópera. "Es bueno que pensemos en el futuro de la ópera en vez de su pasado" dijo el arquitecto. Hoy, Utzon, de 90 años continua ligado al proyecto a través de su hijo Jan, también arquitecto. La relación entre Sídney y Utzon es muy buena, y según nos comentó la guía, cada año los trabajadores de la Opera House le mandan un saludo cantado de cumpleaños. De hecho uno de los ambientes recientemente remodelados se denomina Salón Utzon, y contiene una tapicería diseñada por él en la que representa sus sentimientos al escuchar la música.

Interior del salón Utzon, con un tapiz diseñado por él.

CRÍTICAS Y ELOGIOS

Frank L. Wright decía que "esta carpa de circo no es arquitectura" mientras que algunos han comparado su forma como un monstruo reptando o como una orgía de tortugas. Sin embargo han sido mucho más los elogios. Frank Gehry la llama "pieza épica de la arquitectura de nuestro tiempo" y Louis Kahn dijo de ella que "el sol no sabía cuán bella era su luz era hasta que se posó sobre este edificio". La Ópera fue considerada patrimonio cultural de Australia y Dinamarca, antes de que UNESCO la designara como Patrimonio de la Humanidad el 28 de junio del 2007.

Ópera de Sídney en Año Nuevo. Fuente Wikipedia

UNA EXPERIENCIA MUSICAL

Y aquí me encuentro, insignificante, boquiabierto y panegírico ante este formidable coloso. La ejecución de la Sinfónica de Sídney estalla en miles de notas y se multiplica sin necesidad de ningún equipo de amplificación. Los truculentos compases de Tchaicovsky, la fértil creatividad del Utzon y el enorme despliegue técnico de los ingenieros y constructores han dado su fruto: un sonido excelso.

Iluminación de la Ópera contra el calentamiento global. Durante mi visita Australia sufría una escasés de agua generalizada. Vía Inhabitat.

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