Foto cortesía de Carlos Zeballos Barrios
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¡Y llegamos a los 100 artículos en Mi Moleskine Arquitectónico! Tal como en ocasión anterior, al cumplir los 50 posts, quisiera compartir algunas vistas no arquitectónicas que me han causado mucha impresión en los lugares que me ha tocado recorrer, impresión a veces tan o más sobrecogedora que la de los propios edificios.
El tema seleccionado para hoy va dedicado a las montañas y lagos. Las montañas han tenido desde siempre un rol mítico, como vínculo visible entre los hombres y el territorio de los dioses: Olimpo, Sinaí, Meru, Machu Picchu... Por su verticalidad y majestuosidad, han sido parte de un paisaje mental, sacro y estético que ha determinado la ubicación y organización de ciudades, templos, edificios y ambientes. Y si bien las montañas eran a su vez símbolo de virilidad, las lagunas (que muchas veces las acompañan) aparecen como complemento femenino, como la madre generosa en cuyo vientre pululan seres vivos y alimentos, la que dota del líquido elemento para la subsitencia.
La unión de ambos -montañas y lagos- se perpetua en reflejos multicolores que varían infinitamente gracias al humor de los vientos y la caleidoscópica mutación de la luz.
El binomio montaña - lago puede ser explicado desde diversos puntos de vista: geológico, pictórico, ritual, histórico... pero dejemos al maestro Gustavo Adolfo Bécquer que nos lo relate desde el más sublime punto de vista romántico.
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¡Cuántas veces también, en la colina
donde te dije adiós, suspensa el alma,
mirar creía con el ardoroso
polvo que mi caballo levantaba!...
Y de mis tristes ojos, conociendo
el engaño, una lágrima brotaba.
donde te dije adiós, suspensa el alma,
mirar creía con el ardoroso
polvo que mi caballo levantaba!...
Y de mis tristes ojos, conociendo
el engaño, una lágrima brotaba.
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Salvo indicación, todas las fotos pertenecen a C. Zeballos
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Y dudarlo podrás, ¡oh!, cuántas veces,
al tiempo que del sol tras las montañas
se ocultaba la frente, y de los bosques
descendían las sombras enlutadas,
al cantar melancólico del ave
mis ardientes suspiros se juntaban...
¡Oh!, cuántas noches, en sereno vuelo,
el espacio cruzar la plateada
luna veía, y de mis tristes penas,
en mi ilusión, la causa le contaba...
Ella, al par que estos campos silenciosos,
también tu noble frente iluminaba.
al tiempo que del sol tras las montañas
se ocultaba la frente, y de los bosques
descendían las sombras enlutadas,
al cantar melancólico del ave
mis ardientes suspiros se juntaban...
¡Oh!, cuántas noches, en sereno vuelo,
el espacio cruzar la plateada
luna veía, y de mis tristes penas,
en mi ilusión, la causa le contaba...
Ella, al par que estos campos silenciosos,
también tu noble frente iluminaba.
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¿Quién es la ninfa de inmortal belleza
que al dulce son de la agradable lira,
con célica esbelteza,
danzar el alma arrebatada mira
y entrega al vagaroso
viento la trenza del cabello undoso?
¿Quién es la que la blonda cabellera
de rosa ostenta y de laurel ceñida;
la que hiende ligera
el espacio, y descendida
parece de la altura
su belleza inmortal y su hermosura?
que al dulce son de la agradable lira,
con célica esbelteza,
danzar el alma arrebatada mira
y entrega al vagaroso
viento la trenza del cabello undoso?
¿Quién es la que la blonda cabellera
de rosa ostenta y de laurel ceñida;
la que hiende ligera
el espacio, y descendida
parece de la altura
su belleza inmortal y su hermosura?
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¿Quién es la que, ceñida al blanco velo,
en torno muestra la nevada frente?
¿La que en rápido vuelo
cruza y esbelta entrégale al ambiente,
con grata donosura,
la cándida, flotante vestidura?
en torno muestra la nevada frente?
¿La que en rápido vuelo
cruza y esbelta entrégale al ambiente,
con grata donosura,
la cándida, flotante vestidura?
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Desde la pura celestial morada
del Olimpo parece descendida:
el fuego, en su mirada
de la lumbre inmortal brilla encendida,
y en su mejilla hermosa
el color del jazmín y de la rosa.
del Olimpo parece descendida:
el fuego, en su mirada
de la lumbre inmortal brilla encendida,
y en su mejilla hermosa
el color del jazmín y de la rosa.
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Como a orillas del lago cristalino
se doblega la caña silbadora,
su talle, peregrino
se mece, y es la gracia que atesora
ya la presteza tanta,
que apenas toca el suelo con la planta.
se doblega la caña silbadora,
su talle, peregrino
se mece, y es la gracia que atesora
ya la presteza tanta,
que apenas toca el suelo con la planta.
El fuego del amor arde en sus ojos,
el carmín de la rosa en sus mejillas
se muestra, y en su rojos
labios divinos de su boca brilla
sonrisa encantadora,
que roba el corazón y lo enamora.
el carmín de la rosa en sus mejillas
se muestra, y en su rojos
labios divinos de su boca brilla
sonrisa encantadora,
que roba el corazón y lo enamora.
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La luna entre las nubes se escondía;
en silenciosa oscuridad el valle
yacía perdido; sólo interrumpía
la profunda quietud que allí reinaba
el viento, que formaba,
en el vecino bosque dilatado,
un ruido manso, lento, compasado...
en silenciosa oscuridad el valle
yacía perdido; sólo interrumpía
la profunda quietud que allí reinaba
el viento, que formaba,
en el vecino bosque dilatado,
un ruido manso, lento, compasado...
Tomado de Fragmentos de Poemas de Gustavo Adolfo Bécquer.
(Vía Versos de Inspiración)
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Nuevamente, hasta dentro de 50 posts...
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