01 septiembre, 2008

MUSEO JUDÍO CONTEMPORÁNEO, SAN FRANCISCO


La mayoría de los grandes museos dedicados a los judíos han estado relacionados con el holocausto de la segunda guerra mundial. Por ejemplo, el Museo del Holocausto en Washington D.C. presenta de manera dramática y explícita numerosas muestras que recuerdan aquel capítulo tan triste y patético de la barbarie humana, y al terminar la exposición, uno experimenta un desasosiego similar al que se siente tras visitar los Museos de la Bomba Atómica en Hiroshima y Nagasaki.

La poderosa renovación del Museo Contemporáneo Judío en San Francisco (2006-08) es, sin embargo, un homenaje a la vida. Diseñado por el afamado arquitecto polaco Daniel Libeskind, el museo es una imponente adición al paisaje arquitectónico contemporáneo de la ciudad californiana. Ubicado en un barrio cada vez más caracterizado por su importancia social y cultural, cerca al MOMA, de Mario Botta (que ya reseñamos en este moleskine) al museo de Yerba Buena Gardens por Fumihiko Maki, y contiguo al futuro Museo Mexicano, el Contemporary Jewish Museum está dedicado a resaltar el aporte de la comunidad judía en el desarrollo de las artes, cultura y pensamiento universal.

Vista del museo desde Yerba Buena Gardens. En primer plano la Iglesia de San Patricio. Detrás de la fachada de ladrillo asoma un volumen azul inclinado.
ANTECEDENTES

En 1881 la Compañía de Gas y Electricidad construyó, en la calle Jessie, una subestación, la mayor de su género en el centro de San Francisco y que sería importante para el desarrollo de esta ciudad hasta principios del siglo XX. Sin embargo, un incendio y posteriormente el devastador terremoto de 1906 destruyeron el edificio. La subestación de la Pacific Gas and Electric Company fue reconstruida bajo la dirección del arquitecto Willis Polk quien, usando un estilo neoclásico, embelleció la fachada sur de ladrillo, incluyendo una cornisa con elementos escultóricos. La estación estuvo en servicio hasta 1968, año en que su función fue trasladada a un local más idóneo para esta función.


Durante los setentas, la antigua estación rodeada por edificios estuvo a punto de ser demolida para construir edificios de departamentos. Sin embargo, movimientos preservacionistas lograron salvarlo de la debacle, junto a la vecina Iglesia de San Patricio, al inscribirlos como tesoros nacionales, y derribar los edificios frente a ellos para permitir una mejor contemplación de los monumentos.
No obstante, la antigua estación estuvo abandonada por cerca de 40 años hasta que el Museo Judío Contemporáneo decidió adquirirlo y renovarlo, para potenciar su arquitectura.

El museo junto a la iglesia de San Patricio
EL DISEÑADOR

Daniel Libeskind (1946 -) es un arquitecto y teórico polaco. Cuando se mudó a Nueva York, se dedicó primeramente a la música, para luego dedicarse a la enseñanza y teoría arquitectónica. Hasta a sus 45 años no había recibido ninguna comisión ni tenía ninguna obra construida, simplemente se dedicaba a enseñar y hacer sketches acerca de sus teorías. Fue ahí entonces que ganó un concurso que llevaría a la construcción de su más famosa obra: el Museo Judío de Berlín (1991-99). Al tiempo del encargo del museo en San Francisco, este museo aún no estaba completo y Libeskind sólo había completado un museo: el Nussbaum-Haus en Osnabrück. Este es un detalle interesante pues hoy Libeskind es uno de los arquitectos más solicitados, diseñando proyectos en todo el mundo y teniendo a su cargo comisiones importantes, como la renovación urbana del World Trade Center en Nueva York.


HOMENAJE A LA VIDA

Libeskind basa su museo en un concepto simbólico: la expresión hebrea “L’Chaim”, que significa “por la vida” y que es usado, por ejemplo, en el momento de un brindis (como lo recuerda la clásica película “El violinista en el Tejado”).


Para ello, Libeskind tomó las letras chet y yud que se encuentran en L’Chaim y las convirtió en dos volúmenes que se incrustan en el volumen principal de ladrillo, revestidas de un acabado metálico, una láminas de acero que han sido tratadas con electricidad y con las cuales se logra ese particular tono azulado que contrasta elegantemente con el color del ladrillo.


“En la tradición judía, las letras no son solamente signos, sino son actores sustanciales en la historia que crean” dice Libeskind.

El volumen correspondiente a la chet, es una barra larga, no muy visible desde el exterior, es necesario retroceder hasta Yerba Buena Gardens para ver asomarse su techo inclinado, y contiene las principales galerías de exposición, entre las que destacaba, en el tiempo de la visita, una respuesta de los artistas al libro del Génesis, y un homenaje a William Steig, artista y caricaturista creador de, entre otros personajes, al famoso Shrek.



El volumen que corresponde a la yud, es el más vistoso y llamativo de todo el edificio. Se trata de un cubo girado ubicado en la parte oeste de la estación, el cual se halla forrado por una trama en forma de diamante de láminas de acero azul: algunas de los diamantes han sido perforados para dar lugar a ventanas, que en número de 36 representan otro elemento simbólico: 2 veces el número 18, el número del chai.

La yud en proceso de construcción

Nuestra guía relató cómo le tomó un año y medio a Libeskind decidir una posición de las ventanas que le satisficiera. En el primer nivel del cubo se encuentra la tienda del museo, desde cuyas ventanas romboidales puede verse algunos elementos en exposición en el interior.


En el segundo está la galería más lograda en todo el edificio. Paradójicamente, al menos en el tiempo de la visita, el cuarto estaba vacío, y estaba dedicado a una exposición sonora, lo que hacía más imponente la escala de la habitación, y la intensa sensación que transmite la luz al filtrarse por sus inclinadas paredes.
Vistas del interior de la sala de exposición en la Yud
FRENÉTICOS ESPACIOS

Al recorrer el edificio puede experimentarse claramente aquella dicotomía planteada por el arquitecto: la base estable, histórica del paralelepípedo de la sub estación que es atacada por una serie de espacios dinámicos, que causan una sensación de movimiento y por momentos inestabilidad. Pienso que la formación musical de Libeskind ha influido notablemente en la maneja cómo concibe, concatena, interrumpe y abre los espacios, su consecución, ritmo y sorpresa, sin llegar a un caos anárquico, sino sobre la pauta de un elemento referencial. “Es fácil reconocer lo que es de Libeskind en este museo”, nos dice la guía. “Toda pared que no sea recta le pertenece a él”

Una mezcla entre lo antiguo y lo moderno.

Uno de los bancos

Al ingresar, por la fachada principal de ladrillo, el visitante se encuentra con una doble altura donde puede apreciarse el material del edificio original, así como algunas grúas y otros equipamientos que evocan su función original.

Vista del lobby de acceso.

Frente a la pared de ladrillo, existe una serie de hendiduras dispuestas angularmente en un arreglo particular. Estos elementos se refieren a la palabra “pardes” que en hebreo significa jardín (y de la que proviene el vocablo “paradise” o paraíso). Pero también, PaRDeS es el acrónimo de Pshat (literal), Remez (alegórico), Drash (moral) y Sod (secreto), los cuatro niveles de significado que se atribuye a la palabra en el judaísmo.

Las 4 letras (Pei, Reish, Dalet y Samekh) forman el acrónimo de PaRDeS. No olvidar que en hebreo los caracteres se leen de derecha a izquierda.

Libeskind estiliza las letras hebreas para formar una composición que recibe al visitante y simboliza los múltiples niveles de significado que tiene el arte contemporáneo.




También en el primer nivel, al lado de las escaleras se halla el Goldman Hall, un salón multiuso cuyo enchapado en madera le da un ambiente cálido. En contraste, diversas hendiduras en el techo donde se ubican las luminarias del recinto, tienen el típico carácter dinámico que el arquitecto ha impuesto en otras partes del edificio. Según el autor, estas líneas simbolizan las rutas que conducen a Jerusalén.

Vistas del interior del Salón Goldman

Desde su inauguración en junio de este año el Museo Judío Contemporáneo en San Francisco ha recibido elogios de la crítica, aunque doy fe de que algunos de sus visitantes se han sentido intimidados con sus formas dinámicas y agresivas. Personalmente pienso que es una intervención valiente y cuidadosamente pensada, que revitaliza un edificio antiguo y al mismo tiempo propone un lenguaje claramente contemporáneo, integrándose con éxito al paisaje urbano y cultural de San Francisco.

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2 comentarios:

Federico García Barba dijo...

He tenido oportunidad de visitar el Museo del Holocausto Judío en Berlín y me causó una muy buena impresión. Creo que dentro de este marasmo mediático en que se ha convertido la arquitectura contemporánea, Libeskind es un arquitecto que investiga sobre el espacio y ha hecho aportaciones destacables.
Sin embargo, el problema es cuando estas estrategias se generalizan y surgen emuladores por doquier. EL edificio del Osakidetza (Sede del Servicio vasco de Salud) del arquitecto bilbaino Juan Coll,
http://www.flickr.com/search/?q=Osakidetza&w=all&s=int
es un ejemplo reciente de lo que señalo y sobre el que quizás sea conveniente reflexionar.
Al final la impresión que causan estas propuestas es que todo es una cuestión de imagen y fachadismo hueco sin el menor contenido ni relación con el espacio que queda detrás.
Gracias por su comentario a mi blog

Inversiones en oro dijo...

La arquitectura es sin duda un arte que no muchas personas pueden tener, me gustan mucho tus blogs porque presentan verdaderas artes de arquitectura.