
Sin duda una de las contribuciones más importantes y a la vez controvertidas en los últimos años en Berlín es el Museo Judío, diseñado por un hasta entonces desconocido Daniel Libeskind. Es una obra plena de simbolismo, cuyas ténebres y dramáticas líneas transmiten de por sí la expresión de una dolorosa tensión, y cuya muestra (incluida un año después de inaugurado el museo) ilustra de manera teatral, simbólica y lúgubre la tortuosa y siniestra historia de los judíos en Alemania.

ANTECEDENTES
El remordimiento y la culpa del pueblo alemán por las atrocidades perpetradas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y la intención de Alemania de dar un simbólico mensaje de tolerancia multicultural hacia el mundo, llevó a las autoridades germanas a decidir en 1988 la creación de un museo que honrase la memoria de la historia de los judíos en este país, y que reemplazara aquél que la Gestapo había cerrado en 1938. Para tal fin, se llevó a cabo un concurso, del cual resultó ganador Daniel Libeskind, un profesor de arquitectura polaco-norteamericano de origen judío que hasta entonces había realizado una sola obra, la cual ejerció influencias en diseño del museo: Felix Nussbaum Haus.
UBICACIÓN
El edificio se ubica en una zona del antiguo Berlín occidental, ya que el proyecto se inició en 1991, antes de la reunificación. El museo, que ocupa un área de 15,000 m2, consta de dos partes: el Kollegienhaus, un edificio barroco del siglo XVIII que alguna vez albergó la Corte Suprema del Reino de Prusia, y un edificio contemporáneo de forma zigzagueante.
“Yo no estaba interesado en el sitio … que es sólo otro lote en Berlín, porque la historia judía se encuentra ligeramente más abajo del nivel de la superficie”.
CONCEPTO
El arquitecto se inspiró en el libro de Walter Benjamin “Einbahnstrasse” (calle de un solo sentido) y la ópera de Arnold Schönberg, "Moses und Aron", una obra de 3 actos cuyo acto final es incompleto. Libeskind quería que su edificio sea la culminación de esta obra.

La forma quebrada del edificio representa la tortuosa historia de los judíos en Alemania, pero también es una estrella de David desdoblada. La forma del edificio quiso respetar la presencia de árboles existentes, doblándose ante la presencia de ellos, pero fundamentalmente buscó orientarse a sitios de eventos y personalidades históricos relativas a los judíos en Berlín.

LA FACHADA
El edificio principal se halla completamente cubierto por una capa de zinc cuyo color irá variando gracias a la oxidación, mientras que la Torre del Holocausto, un bloque separado está hecho en concreto.
Pero sin duda el aspecto más dramático en la fachada del edificio son la serie de cortes que, a manera de llagas o cicatrices atraviesan la piel metálica en diferentes direcciones. En realidad, estas líneas representan ubicaciones y direcciones de importantes judíos en Berlín, que fueron dibujadas en un mapa y luego proyectadas sobre la fachada del edificio.

Había visto al edificio en fotografías, por lo que me esperaba a un bloque monumental similar al Guggenheim de Bilbao. En su lugar sólo encontré una pequeña fachada cuya altura corresponde con la del edificio adyacente. No obstante, ésta no tenía puerta alguna; el ingreso al conjunto se da por el edificio barroco contiguo . En realidad, el edificio está oculto entre los árboles, por lo que no es muy perceptible desde la calle.




INTERIOR

Tras ingresar al edificio barroco, nos sorprende un bloque de concreto que contiene una escalera subterránea que conduce al edificio principal. No hay ninguna conexión externa evidente entre ambos edificios.



Plantas cortesía de Arkinka


Tres líneas subterráneas, llamados “ejes”, diferentes a la forma zigzagueante del edificio, definen el concepto general de la obra y simbolizan tres aspectos de la experiencia judía en Alemania: continuidad, exilio y muerte.


- Eje de la continuidad: es el único de los ejes que conduce a las galerías del museo. Tras recorrer el pasillo del eje, remarcado con una iluminación en el cielo raso, el espacio se nos abre verticalmente en una caja de escaleras, alcanzando toda la altura del edificio y brutalmente cruzada por vigas diagonales.
- Eje del Exilio: conduce a un jardín exterior fuera de los límites del edificio, compuesto por 7 x 7 columnas de concreto que sostienen jardines en la parte superior (posiblemente en referencia a los jardines colgantes de Babilonia. Qué similar forma tienen Libeskind para representar el exilio y Eisenman el Holocausto, trabajados en bloques de concreto dispuestos en una grilla que los visitantes deben recorrer y experimentar. Sin embargo, en el caso de Libeskind, los bloques se encuentran girados respecto 10 grados al plano del piso, generando una sensación de inestabilidad en contraste con el orden de la grilla. El jardín no tiene vía de escape, simbolizando al exilio una forma de prisión sin puertas.
Fotos cortesía de Arkinka y fabyd
- Eje del Holocausto: es otra área de exhibición que concluye en una puerta negra. Tras atravesarla ingresamos a la Torre del Holocausto, una habitación oscura de 24 m de altura iluminada únicamente por una rendija en la parte superior, que en mi caso no vi pues nuestra visita fue de noche. El silencio, la oscuridad, la escala de la habitación producen un efecto sumamente sugestivo, que resalta la intención del arquitecto en resaltar el carácter de ausencia que significó el exterminio de comunidades enteras de judíos. Desde afuera, la torre aparece como un silo de concreto de forma trapezoidal y separada del edificio principal, únicamente vinculada desde el subsuelo.

Además de los ejes existen seis torres vacías de concreto, que nos aparecen al interior como unos bloques de color negro. No hay nada en ellas, y sin embargo conectan todos los niveles del museo, representando la ausencia de los judíos.

Sólo una de ellas es accesible, llamada “el Vacío de la Memoria”, que contiene una instalación de Menashe Kadishman, consistente en 10000 caras de hierro similares a candados sobre los que el visitante debe caminar, produciendo un ruido metálico aterrador. Por lo demás no hay mayor pista de estos bloques, que sin embargo virtualmente están alineados por un grupo de claraboyas que atraviesan el zigzagueante edificio.
LA MUESTRA
Cabe destacar que originalmente el edificio abrió al público en 1999 completamente vacío, siendo la arquitectura la única experiencia a la que los visitantes eran sometidos. El abstracto dramatismo de esta arquitectura patética, como la llama Frederick Cooper, debió haber sido significativo, metafórico y por momentos agobiante para quienes hubieran recorrido sus paredes vacías, adornadas sólo con las llagas de luz que generaban las líneas de su fachada.




Posteriormente en el 2001 se decidió instaurar una muestra mucho más amplia y educativa de la historia de los judíos en Alemania, y es entonces que el museo fue redecorado por un grupo de arquitectos de Munich, que tuvieron que modificar completamente las galerías para acoger las más de 4000 piezas de la exposición, que es la muestra que vemos hoy. Naturalmente, también se alteró la sensación que se vivía al recorrer este edificio desnudo.





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Daniel Libeskind produjo otro Museo Judío en San Francisco, EEUU, que hemos reseñado anteriormente en este moleskine. En aquel museo, a diferencia del de Berlín, el arquitecto buscó una visión más vívida y positiva de la cultura judía. La contraparte alemana, sin embargo ofrece una experiencia mucho más reflexiva y contrita, y es en ese sentido, más conceptual y dramática que el caso norteamericano.VER TAMBIÉN
- OTRAS OBRAS DE DANIEL LIBESKIND
- MUSEOS DE HISTORIA
- Museo Antropológico de Vancouver, Canadá. (Arthur Erickson)
- Museo Asahi Oyamazaki, Kioto, Japón (Tadao Ando)
- Museo de la Madera, Hyogo, Japón (Tadao Ando)
- Museo Histórico de Sayamaike, Osaka, Japón. Tadao Ando
Museo Jomon de Mikata, Obama, Japón. - Museo Nacional de Corea, Seúl Corea. Chang-Il Kim
- Museo Tumbas Reales del Señor de Sipán, Lambayeque, Perú. Celso Prado