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25 mayo, 2008

LOS CIEN AÑOS DEL COLÓN


El Teatro Colón es uno de los edificios más ilustres de Latinoamérica, no sólo porque sus calidades formales armonizan con el elegante paisaje urbano decimonónico bonaerense, sino porque su extraordinaria calidad técnica lo convierte en uno de los cinco escenarios de mejor acústica en el mundo.

Hoy, 25 de mayo del 2008, el Teatro Colón de Buenos Aires cumple 100 años. Merced a la importancia de este evento, tengo el honor de incluir en este moleskine la valiosa contribución de dos notables investigadores argentinos: el Arq. Gustavo A. Brandariz* y el Arq. Martín Lisnovski**. Estoy seguro de que este interesante artículo devendrá en el beneficio del lector, a la vez que fomenta la colaboración en la blogósfera, la difusión de nuestro valioso patrimonio iberooamericano y, personalmente, considero que eleva notablemente el nivel de este blog.

Fachada del Teatro Colón. Foto cortesía del arq. Juan Diego Martínez.

Ubicación del Teatro Colón entre la Plaza Lavalle y la Avenida 9 de Julio, en pleno Centro de Buenos Aires.
Imagen Google Earth


CENTENARIO DEL TEATRO COLÓN

Por Arq. Gustavo A. Brandariz


En junio del año 2000, un informe elaborado por Leo L. Beranek y miembros del Instituto Takenaka de Japón y basado en una metódica evaluación de parámetros, concluyó afirmando que, entre los 23 mejores teatros de ópera de Europa, Japón y América, el Teatro Colón de Buenos Aires es el que posee la mejor calidad acústica del mundo para hacer y escuchar ópera.

Esta valoración, más que halagadora, no sorprendió a quienes ya conocían el Colón. Para un teatro lírico, la calidad acústica es su mayor virtud y lograr esa calidad no es algo sencillo, pero tampoco es arte de magia sino fruto de la maestría arquitectónica y conocimiento científico aplicado. Aunque no lo crean hoy, en este clima de resurgimiento del pensamiento mágico y del fundamentalismo. Indudablemente el Colón fue bien soñado, bien pensado, bien proyectado, construido, equipado y mejorado con las décadas, logrando su permanente actualización tecnológica y funcional. Porque un edificio vivo nunca puede ser una caja arquitectónica estática, sino dinámica. La calidad acústica no es definitiva sino que hay que preservarla constantemente del creciente ruido ambiental, de las novedades tecnológicas y de las diferentes conductas sociales.

Detalle de la ornamentación de la Fachada. Foto cortesía del arq. Juan Diego Martínez.

Detalle del vitral central, restaurado. Foto cortesía de Master Plan.

Con frecuencia, el panorama de los problemas contemporáneos, lleva a mucha gente al pesimismo con respecto a su propio país. Los argentinos incurrimos habitualmente en ese estado de ánimo. Sin embargo, tenemos el Teatro Colón y a lo largo de un siglo lo hemos preservado y defendido con continuidad.


En este 25 de mayo de 2008, el Teatro Colón de Buenos Aires cumple un siglo desde su inauguración, con el estreno local de Aída, de Giuseppe Verdi.


Desde 1989 el Colón es Monumento Histórico Nacional. La iniciativa de la construcción de un nuevo y grande teatro de ópera en la ciudad fue de la Municipalidad y data de 1886. El anterior teatro Colón, ubicado en otro terreno, había surgido de una iniciativa privada en 1857, con diseño del arquitecto Carlos Enrique Pellegrini. En él cantaron Enrique Tamberlik, Vera Lormi, Adelina Patti y Francesco Tamagno y en oficinas del primer piso tuvo su primera sede la Gran Logia Masónica de la Argentina. Desde 1868 el músico Angelo Ferrari (Castel Nuovo, 1835-Buenos Aires, 1897) era el empresario teatral del antiguo Colón, y siguió siéndolo con apenas el intervalo de 1883-1885, cuando fue empresario del teatro Alla Scala de Milán. En 1884 la Municipalidad adquirió el edificio y tres años después lo vendió para construir un nuevo teatro, de mayor capacidad y con recursos técnicos más modernos.

Interior hacia los palcos. Foto cortesía de Master Plan

En 1889 gana la licitación pública para la construcción del nuevo Teatro, el empresario Angelo Ferrari, con un presupuesto y un proyecto del arquitecto Francisco Tamburini (Ascoli Piceno, 1846- Buenos Aires, 1890). Garibaldino, formado en el Regio Istituto Tecnico di Ancona y en la Regia Università di Bologna, donde se gradúa como ingeniero y arquitecto, fue desde 1873 Profesor de Arquitectura en el Istituto di Belle Arti delle Marche in Urbino, luego en Pisa y, desde 1881, en la Scuola di applicazione per gli Ingegneri de Roma. Invitado, se radica en la Argentina en 1883, y al año siguiente asume la Inspección General de Obras Arquitectónicas de la Nación. A poco de ganar el concurso municipal para la construcción del Colón, renuncia a su cargo oficial en el estado nacional. En abril de 1890 comienza la construcción del Teatro, cuya piedra fundamental se coloca el 25 de mayo de 1890.

Proyecto original de Francisco Tamburini. 1890. Nótese su parecido con la Ópera de París.

Pero el 26 de julio estalla una revolución que provoca la renuncia del presidente de la República y el país vive una conmoción política y financiera, que obliga a paralizar las obras públicas. Y el 3 de diciembre de 1890 fallece Francisco Tamburini, cuyo ánimo se había visto seriamente afectado por la crisis y la revolución de este año. Se hace cargo de las obras el colaborador de Tamburini, arquitecto Vittorio Meano (Gravere de Susa, 1860-Buenos Aires, 1904), quien introduce modificaciones importantes en el proyecto, y es reemplazado, a su muerte, por el arquitecto belga Jules Dormal (1846-1924), quien logra dar término a la obra.

Modificación de Vittorio Meano. 1892.

El día de la inauguración, el edificio lucía formidablemente, pero los trabajos continuaron después, por bastante tiempo, equipando y alhajando el Teatro hasta lograr su esplendor en la década del '30, cuando se hallaban ya completos su ornamentación, su mobiliario, sus textiles y su plena funcionalidad. A fines de la década del '60, el arquitecto Mario Roberto Álvarez realizó su mayor ampliación subterránea.

Detalle de la ornamentación de la Fachada. Foto cortesía del arq. Juan Diego Martínez.

Detalle de la fachada principal.

Por el escenario del Colón han pasado casi todos los máximos exponentes de la música lírica y sinfónica y la danza del siglo XX. Entre los muchísimos artistas notables que actuaron en el Colón, pueden mencionarse a compositores que dirigieron sus obras como Richard Strauss, Arthur Honegger, Ottorino Respighi, Igor Stravinsky, Paul Hindemith, Camille Saint-Saëns, Manuel de Falla, Aaron Copland, Krzysztof Penderecki, Héctor Panizza y Juan José Castro; directores de orquesta como Ernest Ansermet, Herbert von Karajan, Tullio Serafin, Arturo Toscanini, Leonard Bernstein, Mstislav Rostropovich, Karl Böhm, Zubin Mehta, Riccardo Muti, y Daniel Barenboim, entre otros; cantantes como Enrico Caruso, Titta Ruffo, Claudia Muzio, María Barrientos, Lily Pons, Beniamino Gigli, Tito Schipa, Maria Callas, Victoria de los Ángeles, Renata Tebaldi, Borís Christoff, Régine Crespin, Montserrat Caballé, Alfredo Kraus, José Carreras, Kiri Te Kanawa, Cecilia Bartoli, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti y argentinos como Luis Lima, Ana María González, Ángel Mattiello, José Cura y Darío Volonté; primeras figuras de la danza como Anna Pavlova, Vaslav Nijinsky, Rudolf Nureyev, Maia Plissetskaya, Margot Fonteyn, Mijail Baríshnikov, Antonio Gades, y argentinos como Olga Ferri, José Neglia, Norma Fontenla, Jorge Donn, Julio Bocca, Maximiliano Guerra y Paloma Herrera. En la página web oficial del Teatro puede hallarse una lista más completa.

Interior del Teatro hacia el proscenio.

El Teatro Colón es una verdadera ciudad musical. Fue, en su momento, la mayor sala lírica del mundo, y sigue siendo una de las más grandes. Sus dimensiones son, de algún modo, colosales, y todo en él es de elevada calidad, desde los materiales y las ornamentaciones, esculturas y vitrales, hasta los servicios y el confort.





Plantas, fachadas, cortes y corte Axonométrico del Teatro. Infografía cortesía de MasterPlan.
Corte Axonométrico del Teatro. Infografía cortesía del diario El Clarín.

Actualmente se halla en obra, en las fases finales de ejecución de un gran proyecto de Puesta en Valor y Actualización Tecnológica que ha venido coordinando con acierto la arquitecta Sonia Terreno en permanente consulta con un grupo grande e interdisciplinario de asesores técnicos y en consulta permanente también con personalidades del mundo que han tenido papel protagónico en la preservación de salas líricas tan valiosas como Alla Scala de Milán y La Fenice de Venecia, cuya experiencia, por ejemplo, aportó Elisabetta Fabbri.

Restauración de andamios y esculturas. Foto cortesía de Máximo Parpagnoli

Limpieza del Foyer. Foto cortesía de Luis Abregu.

En todo teatro de ópera vivo, la actualización tecnológica es imprescindible, y Colón nunca la olvidó. Por ejemplo, en 1986, como parte de una donación que superaba el medio millón de dólares efectuada por el Gobierno del Japón a la Argentina, se incorporaron equipos electrónicos de audio y video que permitieron desde entonces modernizar los sistemas de grabación y televisación de sus espectáculos, profesionalizando el Estudio del Teatro al nivel de los más perfeccionados de su género y mejorando sensiblemente la fidelidad y limpieza del sonido. Actualmente, además de la incorporación cada vez mayor de sistemas digitales de alta tecnología, se están actualizando los sistemas de prevención contra incendio y reemplazándose deteriorados textiles de alta combustibilidad por nuevas telas ignífugas que, al mismo tiempo que preservan la altísima calidad acústica permiten prevenir mejor los peores riesgos para un teatro.

Limpieza de la araña central. Foto cortesía de Máximo Parpagnoli

Así, el Colón, es un mundo. Rodeando un espectáculo fantasmagórico, hay toda una apoyatura de laboratorios, talleres, salas de ensayo, una verdadera industria de la producción de escenografías, vestuarios, efectos musicales, arte. El público participa de la fiesta de la ópera y existe, por detrás un enjambre de artistas ignorados, de artesanos, de profesionales y de técnicos. Lo asombroso es que para todo su mundo anónimo detrás de las bambalinas, incluyendo a quienes cuidan la seguridad o efectúan tareas de limpieza, su vida es el Colón.

Al llegar al Centenario, es Director General el Dr. Horacio J. Sanguinetti, cuya pasión por la lírica y por el Teatro Colón es difícil de superar. Pero se halla en muy buena compañía, porque los devotos del Colón, entre quienes se han destacado desde Victoria Ocampo hasta Manuel Mujica Láinez y desde Roberto Caamaño hasta Alberto G. Bellucci, forman parte del más notable conjunto de personalidades de la cultura en la Argentina.

Al cumplir su Centenario, el Teatro Colón se prepara para otros cien años de presencia y de servicio no sólo para el bien de Buenos Aires y de la Argentina, sino también para beneficio de la cultura universal. Tan breves líneas dedicadas a tan importante institución, no pueden ser más que una injusticia, pero sean ellas, al menos, nuestro homenaje.




Presionar aquí para ver un video de 1908 sobre el Teatro Colón.

Este artículo se ha publicado en simultáneo en el blog arquitectura + historia.

Acústica web de David Casadevall hace un análisis acústico del teatro.

*Gustavo A. Brandariz es Profesor Titular Interino de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y es Investigador CECPUR-IAA

**Martín Lisnovsky es Profesor Adjunto de la Cátedra Brandariz FADU-UBA.

03 diciembre, 2006

ARATA ISOZAKI: KYOTO CONCERT HALL

ENGLISH VERSION

Contiguo al Jardín de las Artes Finas de Ando, se encuentra el Salón de Conciertos de Kyoto o Kyoto Concert Hall, obra de otra figura japonesa de renombre internacional, el maestro Arata Isozaki.

Isozaki, (1931- ) fue discípulo de un maestro de la arquitectura de los ´60: Kenzo Tange. Arata Isozaki ha diseñado edificios en Asia, Europa y Estados Unidos, siendo además profesor invitado en numerosas universidades, como Harvard, Columbia y Yale. En su trabajo combina con maestría la sensibilidad de la arquitectura tradicional japonesa con el postmodernismo occidental, innovando en el empleo y juxtaposición de materiales y utilizando detalles eclécticos que fusionan remembranzas del pasado con detalles tecnológicamente sofisticados.


El Kyoto Concert Hall es una muestra de su calidad profesional. Es un edificio de 5 plantas planeado para conmemorar el 1200 aniversario de la fundación de la ciudad de Kioto, inaugurado en 1995 y desde entonces dedicado a la difusión de la música selecta, instrumental o coral, realizando funciones casi de forma interdiaria, muchas de ellas gratuitas.

Foto Cortesía de D'Arne & Ming

El edificio contiene dos salas de conciertos. La Sala Principal, con capacidad para 1833 asientos, y un pequeño Ensemble, de planta hexagonal, esta diseñado para conciertos pequeños y para música de cámara, que contiene 500 butacas. Además, encierra oficinas, así como grandes y espaciosas salas de espera.


Isozaki se plantea la difícil tarea de lograr una armónica fusión entre pasado y presente, en una ciudad de un patrimonio histórico tan rico como Kioto, pero lo hace sin adherirse a réplicas del pasado tradicional Japonés, ni mucho menos impostando una arquitectura occidental extraña.

Plantas del Salón de conciertos

Como lo mencionara Paul Goldberger, crítico del New York Times, "la fusión real no se da entre las culturas sino entre las eras, entre la aceptación de formas transmitidas a nosotros y aquellas por venir".

Esquema de Isozaki, cortesía de arcspace.com
La original combinación de Isozaki en la que amalgama ambos estilos, le permite hacer uso de un juego de volúmenes que le da gracia y elegancia a la obra, en la que la masividad ortogonal de la sala de conciertos se ve tamizada por el juego lúdico de unas pantallas curvas de cristal, que coquetean serpenteantes dando lugar a la fachada principal del edificio, el cual tiene la deferencia de retirarse del lindero de la calle, generando un atrio que permite su mejor contemplación.

Llama la atención que el ingreso al recinto no se da por la fachada principal, sino por la lateral. Como recuerda el propio Isozaki, "hice la aproximación al edificio espacialmente compleja y difícil de entender espacialmente... la forma en que el Salón se alarga, doblándose en varias formas y ascendiendo en espiral. La aproximación a un templo de Kioto nunca es directa. Se dobla y curva. Esa es la técnica que usé para hacer que un pequeño espacio parezca más extenso. Usé una técnica tridimensional, no bidimensional."


En la esquina, se presenta imponente un volumen puro de forma cónica dispuesto sobre una pátina de agua, límpida, serena. En su primera planta, este cono truncado revestido de escamas de cerámica, alberga un restaurant de comida francesa (no recomiendo los crépes franceses a la japonesa), al cual se puede acceder mediante un puente sobre el agua, gracioso detalle ideado por Isozaki como remembranza a la tradición nipona. Limitan la poza unos bloques de piedra natural que contrastan con el fino acabado de todos los detalles.


Pero la función principal de este magno tambor negro es albergar el Ensemble y las rampas de circulación que conducirán a los espacios superiores. Similar gesto lo tuvieron Frank L. Wright en su museo Guggenheim de Nueva York y Richard Meier en su Museo High en Atlanta, al resolver sus circulaciones como rampas helicoidales que ascienden distribuyéndose a los distintos niveles. En su corazón, la helicoide alberga un espectacular el diseño interior. Sus paredes no se hallan verticales, sino inclinadas en sentido opuesto a la generatriz del cono, conteniendo una serie de doce columnas que evocan los signos del Zodiaco, símbolos de la antigua astrología oriental. Su cielorraso es una trama triangular de vigas peraltadas, mientras que el diseño de su piso crea una ilusión óptica que recuerda a las de perspectivas imposibles de Escher.


Como antesalas a la sala principal así como al Ensemble se hallan unos amplios foyer, ideales para la tertulia post-concierto. En ellos, Isozaki implementa unas mamparas suspendidas de vidrio translúcido, que protegen del sol y que evocan a los shoji de papel de la arquitectura tradicional japonesa, sin interferir con la espectacular vista del jardín botánico vecino.



La sala principal de conciertos es una gran caja rectangular, tal como los teatros de Boston o Viena.

Este espacio es el más exquisito de toda la obra, y en él se han cuidado los más mínimos detalles de su comodidad, funcionamiento, iluminación, acústica y la elegante cadencia los acabados de madera de su diseño interior.

Es sobrio y preciso, y sereno como un templo japonés. En su interior alberga un impresionante órgano de mas de 7000 tubos, que es el remate visual perpendicular al eje longitudinal de la sala

El Ensemble, de planta hexagonal, esta diseñado para conciertos pequeños o música de cámara y tiene capacidad para 500 espectadores. Todo el aparejo lumínico esta montado sobre una trama triangular, dispuesto en una elipse metálica, a la que Isozaki llama una constelación estelar, y que como una nave espacial parece flotar
encima del escenario.



En este lugar, en breve, un coro polifónico elegantemente vestido de escarlata hará reverberar las notas de una canción tradicional japonesa sobre unos paneles de rejilla metalicos instalados en la parte superior del ambiente para fines acústicos. A su tiempo, las flautas del minuette teñirán de notas de Strauss el fino reticulado de listones de madera que adornan con exquisitez y elegancia la parte inferior del recinto.

Presionar aquí para leer mis impresiones sobre mi visita al Salón de Conciertos de Kioto


"Hice una aproximación compleja y difícil de entender espacialmente... la forma en que el hall se alarga, doblándose en varias formas y luego asciende en forma de espiral. La aproximación a un templo en Kioto nunca es directa. Se dobla y gira. Esta técnica es usada para hacer vermás grande a un espacio pequeño. Yo uso esta técnica tridimensionalmente, no bidimensionalmente".

Arata Isozaki. Via arcspace.com


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